Archivo por meses: marzo 2014

Efemérides – Blas de Otero

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EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Novedades – Marzo

La novela ideológica (1875-1880)
La literatura de ideas en la España de la 
Restauración 

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Ignacio Javier López: La novela ideológica nació tras el fracaso de la revolución liberal, una vez que había sido derrotado el sueño ilustrado de una sociedad secular y moderna, regida por la razón. El género se desarrolló en los primeros años de la Restauración, entre 1875 y 1880, y cuenta con dos tendencias ideológicas riva­les: una, reaccionaria, representada por Alarcón y Pereda, que agitó el espectro de la revolución pasada para conjurar la amenaza de otra revolución futura; y otra, liberal, en la obra de Galdós, que lamentó haber desperdiciado una oportuni­dad histórica irrepetible para con­seguir la redención de la sociedad mediante una eficaz acción polí­tica. En la historia de la literatura española, esta novela representa el primer intento conseguido de una narrativa culta, ocupada de temas contemporáneos.

El español como soldado argentino.
Participación en las campañas militares por la libertad e independencia. 

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Juan Lucio Torres: Este trabajo es el resultado de una investigación referida a la vida y obra de los españoles, descubri­dores, colonizadores, inmigrantes, soldados, y sus descendientes en la República Argentina y tiene como finalidad: probar que la participa­ción del español como ciudada­no contribuyó a la conformación histórico-cultural de la República Argentina, y como soldado argen­tino a consolidar su Independencia.

Pequeños aperitivos sobre Ch. Abada y su obra

IV. «Diario de una mujer requerida»

Me contaron de una madre que en una de las muchas postguerras de la vieja Europa, después de perder a tres hijos (dos de ellos bebés y uno ya crecido de 7 años), se quedó embarazada y se propuso abortar. Pero al hacerlo por medios caseros, aunque corrieron grave peligro ella y el feto, al final la Vida triunfó y se presentó el parto. La madre apretó los dientes, parió con la ayuda de una vecina y pudo sentir la siempre renovada maravilla de dar a luz a un ser vivo. Y aunque lo lanzaba «desprendido y solo […] a la intemperie», ella, como todas las madres en ese momento sublime, sintió dentro de sí la fuerza de todo el cosmos y le pareció que daba al mundo un ser único, capaz de todas las proezas. Puso al nuevo niño el mismo nombre de su último hijo muerto y se juró que éste no moriría jamás… Realmente, la maternidad tiene algo de sobrehumano porque condensa en sí todo lo humano. Por ello, yo prometo que si la Vida, con la colaboración de mi Amado, me pide que yo genere nueva vida, «dilatando sin clemencia las fibras más sensibles» de mi cuerpo, si me llega el momento del «chorrear de gritos», apretaré los dientes, pensaré en todas las madres que me precedieron y en todas las fuerzas del Cosmos que ellas concentraron en sus cuerpos y me dispondré a parir a un ser único, capaz de todas las proezas y que no morirá jamás…

Pequeños aperitivos sobre Ch. Abada y su obra

III. «Un hombre busca a una mujer» 

Al atardecer, los mozos volvían del campo y en­tregaban a sus amadas hermosos ramos de flores silvestres. Ellas, halagadas, entonaban bellas can­ciones y la noche se preñaba de caricias… Sólo una de las amadas no se mostraba suficientemen­te satisfecha: agradecía las flores pero sus cantos eran tibios…Su galán se vio forzado a buscar las causas de esa falta de entusiasmo y, creyendo ha­berlas encontrado, recogió para ella no sólo flores sino también frutos y semillas. Ella valoró ese nuevo presente, pero él observó que tampoco la satisfacía plenamente. Decidido a hacerla feliz, preguntó:

—¿Qué necesitas de mí, qué debo traerte?

—Necesito acompañarte, participar en las  tareas de selección y recogida de los dones de la Naturaleza.

A la mañana siguiente, ambos partieron al campo y por la tarde se les vio llegar cansados pero alegres. La amada exigente entonó las más bellas canciones que se habían escuchado en aquel lugar y bajo el manto de la noche resonaron los ecos de los más intensos abrazos.

(29 de agosto de 2004)

Efemérides – Juana de Ibarbourou

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LA MERIENDA TRISTE

¡Canastito repleto de fresas!
¡Ay, si él estuviese
esta tarde conmigo en la mesa!

¡Tanto como gusta
de las últimas fresas redondas
que las lluvias de Marzo maduran!

Y después que las hemos comido,
lentamente besarme en los labios
que ellas ponen fragantes y vivos.

¡Oh cestito cestito de fresas
que forrado de pámpanos verdes
has traído la pena a mi mesa!

¿Dónde se halla a esta hora el ausente?
¿Con quién come? ¿Qué piensa? ¿Qué hace
que sabiéndome triste no vuelve?

¡Para qué habrán traído estas fresas!
¡Para qué quiero aroma en los labios
si él no está hoy a mi lado en la mesa!

Pequeños aperitivos sobre Ch. Abada y su obra

I. «El soldado y el emperador»

Emperador: Todos morimos prematuramen­te, soldado, y todos estamos lejos de nuestros seres queridos, fríos y aplastados por la oscuridad… y la soledad… […]
Soldado: […] Pero yo fui arrojado a la guerra cuan­do no era más que un muchacho, cuando aún necesitaba el abrazo de mis padres, cuando buscaba con ar­dor juvenil una moza a la que prome­ter amores y con la que formar una familia… […]