LA AMADA EXIGENTE
¡Sí, sí! Despierta
y mírame con ojos de tierra fértil.
V. G.
Al atardecer, los mozos volvían del campo y entregaban a sus amadas hermosos ramos de flores silvestres. Ellas, halagadas, entonaban bellas canciones y la noche se preñaba de caricias… Sólo una de las amadas no se mostraba suficientemente satisfecha: agradecía las flores pero sus cantos eran tibios…Su galán se vio forzado a buscar las causas de esa falta de entusiasmo y, creyendo haberlas encontrado, recogió para ella no sólo flores sino también frutos y semillas. Ella valoró ese nuevo presente, pero él observó que tampoco la satisfacía plenamente. Decidido a hacerla feliz, preguntó:
—¿Qué necesitas de mí, qué debo traerte?
—Necesito acompañarte, participar en las tareas de selección y recogida de los dones de la Naturaleza.
A la mañana siguiente, ambos partieron al campo y por la tarde se les vio llegar cansados pero alegres. La amada exigente entonó las más bellas canciones que se habían escuchado en aquel lugar y bajo el manto de la noche resonaron los ecos de los más intensos abrazos.
(29 de agosto de 2004)
Un hombre busca a una mujer, Ch. Abada
Ediciones de la Torre, Madrid, 2012, p. 31