A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
Francisco de Quevedo y Villegas
Francisco de Quevedo para niños, Ediciones de la Torre, Madrid, 1991, p. 93