40 años como 40 soles (XI)

Seguimos con los ecos del evento en el Ateneo de Madrid.

Bajo la propuesta de Javier Lostalé y la escucha de Miguel Losada, fue Marina Casado quien puso voz a las palabras de José María G. de la Torre en el texto «Libros señoreando la noche de la ciudad», que pertenece al libro 35 notas del editor y otros escritos, libro conmemorativo del XXXV Aniversario del que os hablaremos.

Libros señoreando la noche de la ciudad. Nacidos de las necesidades y de los sueños, viviendo entre ellos, explicando las necesidades y los sueños. Historias de pasado, de presente, de futuro… Libros como palomas, para pasar del asfalto a los cielos. Libros como picos y mazas para llegar a las entrañas de la tierra y arrancarle sus tesoros. Libros como azadones, para hacer surcos en la tierra. Libros como semillas, para que broten flores y frutos. Libros como barcos, para cruzar todos los mares. Libros como alas mágicas para surcar todos los espacios del Universo. Libros con voces recias y seguras o con voces leves y titubeantes. Libros con preguntas sin respuesta y con respuestas inciertas. Libros para multitudes y libros para sólo unos cuantos lectores. Libros en las calles, en las librerías, en las bibliotecas… Libros en el rincón más pequeño del hogar o en el lugar más destacado. Libros en las mesas y en las sillas. Libros en la mano del joven enamorado y sobre el regazo del anciano que se durmió leyendo… Libros amenazados por los poderosos y los estultos y libros que inquietan a estos hasta hacerlos temblar. Libros, libros, libros.

(Sábado, 25 de abril de 2009)

Hemos elegido, del mismo libro, «Necesidad y placer», por su belleza y sinceridad, texto publicado en la revista Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil en septiembre de 2006, dentro de la sección «¿Por qué leer?».

NECESIDAD Y PLACER

Leer por necesidad. Porque hay que entender el código supremo del hombre: la palabra. Desde que nuestros antepasados se constituyen en personas tienen necesidad de articular su pensamiento y, aunque al principio sus signos sean elementales, el ser humano pronto necesitará un sistema de signos complejo y capaz de abarcar todo lo que ve, un sistema que le permita definir el árbol y la cueva, el río y la montaña, la semilla y el huracán, la estrella y la flor… y así comprender, poco a poco pero cada día mejor, todo el universo y, por ello, entenderse a sí mismo («Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas», diría nuestro Juan Ramón, con su peculiar ortografía). El alfabeto, la palabra, el texto permiten expresar los pensamientos y los sentimientos, los recuerdos y los proyectos, ordenar lo grande y lo pequeño, lo real y lo imaginado, lo bueno y lo malo… Toda nuestra cultura, desde hace miles de años, se desarrolla a partir de la palabra y es ella, sobre todas las demás cosas humanas, la que nos permite comunicarnos; es la palabra, y en una sociedad grande y compleja sobre todo la palabra escrita, la que nos permite establecer las leyes que nos gobiernan, los textos que nos enseñan y nos ayudan a desarrollar nuestras tareas, los relatos que nos entretienen, nos hacen pensar, nos emocionan… Por eso necesitamos leer, leer todos los días y poniendo toda nuestra atención: para conocer qué pasó antes de nosotros, para saber lo que está pasando aquí y ahora, para poder entender, en alguna medida, lo que puede pasar en el futuro. Leer para saber de otros mundos y así saber más del nuestro; leer para comprender nuestro mundo y así comprender mejor los otros.

Leer por placer. Repetir cada palabra escrita por los grandes creadores, deleitándonos con su forma, su sonido y hasta su tacto, su olor y su sabor… Saber extraer de sus relatos las luces y las sombras, lo que está visible o semioculto, escuchar los ecos que nos transmite el texto. («La palabra no ha de decirlo todo sino contenerlo todo», nos explica, inteligentemente, don Gabriel Miró). Ver, a través del verso o la frase, los colores más intensos o las melodías más sublimes. Sentir en nuestro interior todas las emociones, todas las penas, todas las alegrías. Jugar con las palabras, con sus múltiples formas y sonidos, con sus concordancias y sus disonancias; imaginar los mundos que nos presentan las historias de los buenos escritores, ¡entrar en esos mundos! Visitar los lugares que nos describen, navegar por todos los mares y recorrer todos los territorios, subir a las estrellas y bajar a
los infiernos; dialogar con sus personajes, participar en sus aventuras, compartir sus vidas, vivirlas con ellos… Repetir los versos de los poetas, apropiárnoslos, sentirlos como nuestros: copiarlos, modificarlos, recrearlos y regalárselos a la persona amada…

Leer por necesidad y por placer. Sentir intensamente las ansias de dominar el supremo código del universo-hombre y, a través de él, todos los códigos de todos los universos. Leer para, como la más hermosa de las consecuencias de ello, llegar a poder escribir: añadir nuestra palabra, aunque sea una modestísima nota a pie de página o una mera acotación al margen, al inmenso libro que la humanidad viene escribiendo desde que el ser humano se atrevió a erguirse y mirar a las estrellas…

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