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40 miradas sobre el libro y su futuro – Jesús Ayuso

Debido a su interés, incluimos el tercer texto de ‘40 miradas sobre el libro y su futuro‘.

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Manifiesto en favor del libro

Jesús Ayuso

Nací en la época del «Érase una vez». Todo cuento empezaba así. Nací analfabeto porque no había escuela en la soledad de campo. Mantuve mi ignorancia lectora hasta los seis años, cuando me trajeron a Madrid para aprender las primeras letras, pilares del futuro.

Estaba en ese salvaje espacio sin entender que aquellas líneas eran conceptos de comunicación, palabras mudas, incomprensibles para mí, jeroglíficos por descifrar.

Aprendí rápido el arte de escribir, por hambre. En el campo no faltaba la comida, pero en la ciudad sentía frío y necesidad. A los quince días aprendí, para reivindicar el derecho a la comida.

Así fue mi iniciático interés por la lectura, desde entonces ha sido mi abrigo intelectual y emotivo, instrumento de amistad y diálogo y centro de relaciones, creando con ella un espacio de leyenda y libros donde las puertas estaban abiertas al lector y al curioso, al diálogo y a la discusión, a la información y a sus contenidos en cualquiera de sus idiomas sociales, políticos, ecológicos…

Del libro brotarán los amigos porque eran amigos del libro. Nacieron maravillosas relaciones en todos los ámbitos, fuese cual fuese la ideología. El libro es nexo común de amistad, respeto y diálogo aunque los pensamientos se encuentren.

Surgieron editoriales al margen del régimen, dando forma a corrientes contrarias al Movimiento, comprometidas con la libertad de pensamiento y creando corrientes informativas modernas.

Eran épocas difíciles aunque maravillosas. La consigna de igualdad procedía del libro como activo sujeto de información y de confianza.

Curiosamente, los directores de la inquisición censora me pedían que les guardara las novedades literarias que prohibían, para su lectura.

El hábito del buen lector llevaba en ocasiones a condenar libros necesarios.

Cuando voy por la calle y veo algún descarriado con un libro en la mano me hablo a mí mismo. ¡Seguro que es un amigo que no saluda porque no llevo ahora otro! Si así fuera, formaríamos una tertulia peripatética sobre la marcha. El libro es código de entendimiento.

Saturado de años, repaso los miles de personas que he conocido y cómo juntos hemos creado historias en las trastiendas del pensamiento. Han desfilado por las páginas de la imaginación tantas palabras, que han conformado miles de libros invisibles, regalando maravillosos recuerdos pegados en el álbum de nuestra vida. Gracias a ello, nuestra existencia es más llevadera.

Tengo un amigo que, con insistencia diaria, me envía páginas de lecturas servidas en el moderno facistol de whatsApp. Son sus diarios. Hoy escribe sobre la soledad. Dice que la encuentra limpia en la alta montaña. Le respondo que se acompañe de libros donde siempre estará al lado del otro como compañía, porque el autor necesita de él para completar el día, lo mismo que los habitantes de la España vacía se marchan para vivir en la colmena de la ciudad, donde encuentran el complemento a su soledad. Necesitamos agruparnos como las letras para conformar un discurso. Además, si tú solo no cuentas tu sabiduría, para nada te sirve sin el lector. Cuantos más lectores, mayor magia tendrá tu ego e incluso hasta para el lector será una gran satisfacción participar de la sabiduría del autor. Tú, escritor, obsequias con palabras bien tramadas nuevos nombres que en la pastelería de la escritura son guindas agradables que impulsan e invitan a la lectura.

Leer es reconocer una pintura compuesta de letras que llevas a casa encuadernadas. un regalo que cobra vida al hojearlo, dando salud al contenido que sin ti, lector, no es nada. Es una belleza trabajada en el laboratorio del escritor y alabada por el usuario. El libro cobra vida en los ojos del lecto y tan necesario es, que forma parte del hombre como el aire para la existencia.

Dirán que soy exagerado, pero gracias a antiguos exagerados tenemos conocimientos que hoy fundamentan democracias, tecnologías, pinturas, ecologías y un largo etcétera en este mundo de líquidas fronteras tan desgraciadamente sobrado de tensiones y falto de amigos lectores.

Esto es un manifiesto a favor del libro, que el Estado debe apoyar por ser un instrumento fundamental en la formación de ciudadanos con códigos éticos que configuren un mundo más amigable.

Leer para mí es una viaje vacacional continuado. No me caso en el spa de la lectura, sin hoteles ni más baños que la tinta de la escritura. Me gusta el mundo clásico y el ensayo porque me hacen pensar. La historia, por situarme en época. La ciencia, por ilustrarme y la ecología por obligarme a cumplir con la naturaleza.

Mañana, cuando nos vayamos y estemos en el otro mundo, montaremos una divina barbacoa. Cada cual llevará un libro o varios para comentarlos en la larga charla del tiempo. Tendremos la eternidad por delante, sin interrupciones ni anuncios, que no es poco. Esta es la síntesis del editor de libros en el relato de los tiempos.

 

40 miradas sobre el libro y su futuro
Edición de José Manuel Delgado y Manuel Suárez
Ediciones de la Torre

 

40 miradas sobre el libro y su futuro – Gonzalo Alegría

Debido a su interés, incluimos el primer texto de ‘40 miradas sobre el libro y su futuro‘.

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Inte-legere: el libro como éxito vital

Gonzalo Alegría

Mi padre fue el escritor peruano Ciro Alegría, el autor de El Mundo es ancho y ajeno, un clásico de la literatura indigenista latinoamericana. Mi madre, Dora Varona, fue poetisa, ganadora del Premio Adonáis de Poesía en Madrid, en 1956. A la muerte de mi padre creó Ediciones Varona, dedicándose como intelectual y empresaria a rescatar y publicar los inéditos de mi padre, además de muchos otros títulos y autores. Tengo un hermano dramaturgo, otro filósofo, otra que publica libros de autoayuda, en resumen: escribir y leer han sido y son práctica habitual en mi familia. Yo publico No Ficción sobre Economía y Sociología… Hace poco un amigo me preguntó: ¿cómo hace tu familia para ser tan intelectual? Contesté: «Fácil, disfrutamos leyendo».

Recuerdo que de pequeños, todas las noches acudíamos en pijama a la cama de mamá y nos acurrucábamos alrededor de ella, que leía de forma teatralizada, al comienzo sencillos comics como La Pequeña Lulú, después cuentos muy breves, de pocas líneas, que poco a poco también leíamos en voz alta nosotros mismos, entre risas, preguntas y comentarios. Según crecimos, el sistema se fue descentralizando y liberalizando. Cada cual iba a la cama temprano y no había hora para dormir, siempre que estuvieras leyendo. Así devoramos nocturnamente las colecciones de colores de la Biblioteca Billiken. Siguieron las aventuras del francés Julio Verne, del italiano Emilio Salgari, o novelas tan turbadoras e insinuantes como «El amante de Lady Chaterley» de David Lawrence. A todo eso se añadió libros de Ciencias Naturales, Sociales, etc.

Con el paso del tiempo, mi madre tejió una sólida red de negocios con España, Argentina y México y abundaron los catálogos de Losada, Fondo de Cultura Económica, Alianza Editorial, etc. Su esfuerzo tenaz logró capitalizarnos, mudándonos a una bella casa con piscina donde solíamos estudiar y leer con mayores ganas si cabe. Recuerdo que con trece años leí del filósofo de la historia británico Arnold Toynbee, su Estudio de la Historia (en un compendio de Emecé). Y pese a ser ya entonces un fanático de la historia, tuve que acudir a la enciclopedia reiteradas veces por sus continuas metáforas eruditas.

También a esa edad empecé mi afición por la Biblioteconomía y me puse a fichar a mano la biblioteca familiar por título, autor y materia. A los 16, casi lo había conseguido: todo estaba clasificado y ordenado por el Código Dewey, por anaqueles y pasillos.

Ya en la Universidad Complutense de Madrid, fui el bibliotecario de mi Colegio  Mayor Iberoamericano Nuestra Señora de Guadalupe, durante los dos años que residí en él. Después fui directico de banca y catedrático en España e Inglaterra y compré muchos libros de Ciencias Sociales, Informática, Estadística, Economía, Finanzas, etc.; configurando una interesante biblioteca técnica propia, cercana a lo 6.000 ejemplares, en español, inglés y francés, muchos de ellos comprados a mi buen amigo Jesús Ayuso, cuya Librería Fuentetaja de la calle San Bernardo (Madrid) también frecuentó mi madre. Con Ayuso, ir a la librería era un doble y realizador encuentro: intelectual y amical.

Finalmente, a mi vuelta a Lima, decidí compartir mi biblioteca con mis alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y, a través de mi aplicación del club de bibliófilos internacional «Cosas de la Biblioteca», clasifiqué más de 2.000 títulos como material de consulta: www.librarythings.es/catalog/galegria

Recientemente, hice cursos de Biblioteconomía en la Universidad de Michigan (EEUU) y fui incorporado como miembro peruano del organismo de la UNESCO para Bibliotecas Públicas: IFLA (PE-6019). Aunque reconozco que ahora tengo muchos eBooks y leo de madrugada en mi Tablet, sigue intacto mi amor por el libro: el tacto de la solapa, el susurro del folio al pasar la página, encierran una experiencia tan placentera que en términos marcusianos, podríamos decir que es sublimemente sensual.

La filosofía taoísta dice que el «Xi» es la combinación de «cerebro y corazón», racionalidad y emotividad, y ambos guían conjuntamente al el comportamiento de todo ser humano pleno.

La palabra «inteligenci» fue creación del gran Marco Tulio Cicerón que recomendaba informarse bien, conocer el entorno y «leer en tu interior» («inteligere») para encontrar siempre la solución virtuosa. La inteligencia es pues, nuestra adaptabilidad al entorno, nuestra capacidad de responder a los continuos y diversos retos socioculturales y medioambientales que nos plantea continuamente la vida. La inteligencia artificial, la robótica, la biogenética, la nanotecnología, todo apunta a un mundo más cambiante e incierto si cabe, en el Siglo XXII. Para entonces sólo salvará a la humanidad, élan único de los humanos, esa virtuosa combinación de emotividad y racionalidad, ese «Xi» que encontramos y potenciamos a través de la lecto-escritura.

Si quiere que su hijo tenga un pasaporte a su futura salvación, basta con que lo haga enamorarse de la lectura inteligente. «Intelegere» («lee en tu interior»).

 

40 miradas sobre el libro y su futuro
Edición de José Manuel Delgado y Manuel Suárez
Ediciones de la Torre

 

Último lanzamiento: El último explorador

«[…] y fue que le pareció conveniente y necesario, así

para el aumento de su honra como para el servicio de

su república, hacerse caballero andante, y irse por todo

el mundo con sus armas y caballo a buscar aventuras…»

Miguel de Cervantes

Con esta cita de Don Quijote de la Mancha comienza el último lanzamiento de Ediciones de la Torre: El último explorador de Luis Saavedra.

Un libro con el que se autor quiere llevarnos de la mano de su protagonista a dar la vuelta al mundo antes del final del siglo XX.

Península Ibérica, Francia, Grecia, Turquía, Oriente Medio, Asia Central, Extremo Oriente, Siberia, Alaska, América del Norte, América Central, Caribe y un largo etcétera son los países que recorre este viajero y en los que es testigo de numerosos acontecimientos históricos.

El explorador, al que el lector acompaña en su aventura, recorre de esta forma países que parecían inaccesibles y llega a rescatar conjuntos monumentales, recuperando de esta forma la memoria perdida de los pueblos.

Se trata de una experiencia vital que aúna el comentario del pasado histórico para entender el presente en un planeta que parece no tener secretos que descubrir.

Este título es el nuevo libro que Luis Saavedra publica con Ediciones de la Torre después de Conmoción: una serie de relatos que salieron de la imaginación del autor impulsados por su deseo de crear ficciones o elaborados tras su observación de diversos hechos.

El último explorador se puede adquirir a través de la tienda digital de Ediciones de la Torre o a través de librerías habituales. Sin duda, un título maravilloso para disfrutar y para regalar en estas fechas.