
El chato de las Vistillas
El Chato de las Vistillas
le decía al de Pozuelo:
—No hay quien conozca cual yo
el gran mundo madrileño.
Tengo buenas relaciones
y buenos conocimientos
desde la Bombi hasta el Rastro
y desde el Rastro al Estrecho.
Conozco a los maleantes
que van al Pardo al ojeo
y a los que cazan con liga
en el Cerro del Pimiento.Tengo amigos en las tascas,
tabernas y merenderos
que se extienden desde el Puente
hasta el Pico del Pañuelo.
Soy parroquiano efectivo
del bodegón del Infierno,
de la tasca de la Blasa
y el café de Naranjeros.Ni la Ronda de Segovia,
ni la Ronda de Toledo
tienen para mí tapujos
que no conozca de lleno.El juego de las tres cartas
y otros juegos de embeleco
son para mí el abecé
del arte de los enredos.
El centro de los Madriles
ése también es mi centro;
y la calle de la Aduana
y la calle de Tudescos
las conozco palmo a palmo
y las tengo así en los dedos.Supongo que alguna vez
habrá que ir a la Modelo;
pero allí tengo también
amigos de pelo en pecho
y personas muy decentes,
que son unos caballeros.

Pio Baroja, Canciones del suburbio (1944)
Un Madrid que se nos fue pero que sigue conservando, como refleja Baroja, una especial personalidad.
Encuentra este poema en la página 402 de nuestra Antología poética del paisaje de España (2.ª edición), preparada por Cayo González y Manuel Suárez y publicada en 2019.
